
En la sociedad actual la arquitectura es el pariente pobre de las artes. La gente está acostumbrada a vivir en barrios feos, en pisos pequeños, en ciudades congestionadas, rodeados de ruido y contaminación. En los fines de semana, algunos de ellos van a galerías de arte donde por unas horas contemplan cuadros colgados de las paredes ó islas de belleza en un mar de fealdad monótona. Así, la belleza está al margen de la vida, en un sueño inalcanzable. Una ficción tan alejada de la realidad como la más alejada de las galaxias. El arte está tan alejado de la realidad que mucha gente lo considera como una cosa inútil e irrelevante. La hostilidad contra el arte, que es visto como un privilegio de las capas medias, es una consecuencia más de la extrema división entre trabajo manual e intelectual. Las condiciones bárbaras alimentan actitudes bárbaras.
Pero no siempre fue así. En las primeras sociedades humanas, la música, la poesía Épica y el hablar bien eran propiedad común de todos los hombres y mujeres. El monopolio de la cultura por parte de una pequeña minoría es un producto de la sociedad dividida en clases, que priva a la inmensa mayoría, no sólo de la propiedad, sino del derecho al libre desarrollo de sus mentes y personalidades. Sin embargo, si rascamos un poco por debajo de la superficie, encontramos un enorme deseo de aprender, de experimentar nuevas ideas, de buscar horizontes más amplios. La sed de cultura de las masas, profundamente reprimida en condiciones "normales", sale a la superficie en cada revolución.
La Revolución Rusa de 1917, un acto supuestamente de barbarie, fue de hecho el punto de partida de un enorme auge de la cultura, la poesía, el arte y la música. No se puede negar esto simplemente porque el brote fuese más tarde aplastado bajo la bota de la reacción estalinista. En la revolución española de 1931-37 hubo un renacimiento artístico similar la poesía de Lorca, Machado, Alberti y sobretodo Miguel Hernández, estaba inspirada en la lucha, lo que hizo que fuese escuchada con enorme atención por millones de personas que nunca habían tenido acceso al maravilloso mundo del arte y la cultura.
En una revolución, lo hombres y mujeres corrientes empiezan verse a sí mismos como seres humanos, capaces de controlar sus propios destinos, no simples "instrumentos con voz". Con la auténtica humanidad surge la dignidad, un sentido de auto respeto y su compañero necesario, el respeto por los demás. Los camareros pusieron carteles en los restaurantes de Barcelona en 1936 diciendo: "Sólo porque un hombre tenga que trabajar aquí, no quiere decir que le tengas que insultar dándole propina". Este es el nacimiento de la cultura, la auténtica cultura humana, que es parte de la vida misma. El mismo fenómeno, en forma embrionaria, lo podemos observar en cada huelga, cuando hombres y mujeres revelan cualidades que nunca habían soñado poseer. Por supuesto que si el movimiento no lleva a la completa transformación de la sociedad, el peso muerto del hábito y la rutina vuelven a predominar. Las condiciones materiales determinan la conciencia. Pero una sociedad socialista basada en un alto nivel de tecnología y cultura transformaría la manera de ver las cosas de la gente.
A menudo, matemáticos y lógicos plantean que el tipo de simetrías perfectas que ellos admiran poseen un valor estético intrínseco. Algunos van tan lejos como para afirmar que la cosa más importante en las ecuaciones no es si nos dicen algo sobre la realidad, sino si son estéticamente placenteras. Aunque no se puede negar que la simetría puede ser bella, hay simetrías y simetrías. Muchos consideran los edificios armoniosos de la Atenas clásica como uno de los puntos más elevados de la historia de la arquitectura. Es cierto que tienen una simetría de gran belleza, que recuerda las expresiones lineales de la geometría euclidiana. La importancia de la arquitectura en la Atenas de Pericles es una expresión gráfica del punto de vista de espíritu público de la democracia ateniense (basado, por supuesto, en el trabajo de los esclavos, totalmente excluidos de ella). Los grandes edificios de la Acrópolis y el ágora eran, sin excepción, edificios públicos, no residencias privadas. Hoy en día este tipo de esplendor es poco frecuente. No es por casualidad que se de poca prioridad a la arquitectura en relación a las demás artes.
En nombre de la "utilidad", que es un sinónimo educado de la tacañería, la gente se ve obligada a vivir en cajas de zapatos de gran altura, sin ningún valor artístico ni calidez humana. Estas monstruosidades son diseñadas por arquitectos, inspirados por principios estrictamente geométricos, que sin embargo prefieren vivir en casas de campo singulares del siglo XV lejos de las pesadillas urbanas que han ayudado a crear. Sin embargo a los seres humanos, en general no les gusta vivir en cajas. Y la naturaleza conoce simetrías bastante más allá de las simples líneas rectas.
Es el otro lado de la moneda de la idiotez mecanizada de la línea de producción, donde los seres humanos, en palabras de Marx, son tratados como meros apéndices de las máquinas. Entonces, ¿por qué no vivir todos juntos apiñados en grandes bloques, construidos sobre la base de principios "industriales" igualmente sólidos? El mismo reduccionismo árido, el mismo formalismo vacío, el mismo punto de vista lineal ha caracterizado la arquitectura durante la mayor parte de este siglo. Aquí la alienación de la sociedad capitalista se expresa en el tratamiento desalmado de la necesidad más básica de la gente, poder vivir en un entorno limpio y atractivo, auténticamente humano. Cuando la propia vida es despojada de toda humanidad, cuando se la desnaturaliza de miles de maneras, ¿cómo podemos sorprendernos si algunos de los productos de nuestra supuesta civilización se comportan de manera antinatural e inhumana?
También aquí somos testigos de una revuelta contra el conformismo desalmado y la rigidez. Los bloques de pisos y rascacielos están pasando de moda rápidamente. No es de extrañar. Son un monumento a la alienación masiva, un deslizamiento progresivo hacia condiciones de vida deshumanizadas, que alimentan todo tipo de monstruosidades.
"¿Por qué", preguntó el físico alemán Gert Eilenberger, "se declara bello un árbol deshojado y enarcado por la tempestad contra el cielo invernal, y no la silueta correspondiente de un edificio universitario polivalente, a pesar de los esfuerzos ímprobos del arquitecto? Creo que la respuesta, algo especulativa, es que depende de las recientes concepciones de los sistemas dinámicos. Nuestra percepción de la belleza se inspira en la armoniosa disposición del orden y del desorden, tal como aparece en los objetos naturales: nubes, árboles, serranías o cristales de nieve. Las formas de todos ellos son procesos dinámicos vaciados en figuras físicas. Las tipifican combinaciones especiales de orden y desorden".
Tal como Gleick observa correctamente, "Las formas simples son inhumanas. No sintonizan con el modo como se organiza la naturaleza o con la manera en que ve el mundo el ser humano".49
Hace tiempo que Karl Marx planteó las consecuencias negativas de la extrema división entre el campo y la ciudad. No se trata de "volver a la naturaleza", en el sentido utópico planteado por algunos ecologistas, que sueñan con escaparse de la fealdad del presente retirándose a un paraíso natural inexistente en un pasado mítico. No hay vuelta atrás. No es una cuestión de negar la tecnología, sino de luchar contra los abusos de la tecnología en beneficio del lucro privado que destruye el medio ambiente, creando un infierno donde podría existir un paraíso terrenal.
Fuente: Info recibida via mail, en el 2003, lastimosamente no recuerdo la autoría pero aclaro que no es mía, solo que me parecio interesante :)